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Entrevista a Alexandre Aja
15 Nov 2024
Lectura de 6 min.
“Un cuento de hadas puede funcionar como herramienta psicológica que nos ayude a enfrentarnos a nuestros monstruos”
[entrevista extraída del Diario del Festival de los días 12 y 13 de octubre]
El cineasta francés vuelve a Sitges para presentar su nueva película, Nunca te sueltes (Never Let Go), y recoger el Premio Màquina del Temps – Por María Adell Carmona
Hace poco más de dos décadas que Alexandre Aja revolucionó el Festival con su segunda película, Alta tensión, multipremiada en la edición de 2003. Aja es, desde entonces, un nombre imprescindible del fantástico contemporáneo. Ha dirigido, entre otras, Las colinas tienen ojos, Reflejos, Piraña 3D o Infierno bajo el agua, y escrito Parking 2 y Maniac. El director recoge un merecido Premio Màquina del Temps y presenta su nuevo film, protagonizado por Halle Berry.
Tienes una carrera de más de veinte años dedicada al cine de género, ¿de dónde viene ese amor por el fantástico y el terror?
El primer recuerdo que tengo de ver algo terrorífico, que me provocó pesadillas de niño, es la imagen de la bruja de Blancanieves y los siete enanitos. También me acuerdo de entrar accidentalmente en una habitación donde algunos chicos mayores estaban viendo En busca del arca perdida, justo en la escena en la que los nazis empiezan a derretirse. De todos modos, el primer impacto realmente terrorífico llegó un poco más tarde, cuando tenía seis o siete años y vi, seguramente demasiado pronto, El resplandor. Recuerdo quedarme petrificado delante de la televisión, sin atreverme a desconectar el reproductor de vídeo e hipnotizado por la imagen, como si tuviera el poder de hacerme atravesar la pantalla, llevarme al otro lado. También pienso que, tal vez, simplemente fui un niño muy sensible y con mucha imaginación, y que es la combinación de todas esas imágenes con mis propias fantasías lo que me ha traído hasta aquí. Como si, cuarenta años después, necesitara exorcizar todas esas imágenes y todas esas pesadillas haciendo películas.
Tu opera prima es Furia, pero Alta tensión es la película que te da a conocer interna· cionalmente. ¿Qué recuerdos tienes de la película veinte años después?
Furia no fue bien en taquilla, así que nos costó mucho levantar Alta tensión. En el momento en el que la hicimos, en Francia no se producía prácticamente cine de género, y nuestra intención era hacer una película que fuera como un retorno al cine de los setenta, muy serie B, muy camp y que también diera miedo. Alta tensión, que escribí con mi amigo y colaborador desde hace dos décadas, Grégory Levasseur, era una carta de amor a Wes Craven, John Carpenter, Tobe Hooper… a todos esos directores que me habían influido tanto, y a los que quería rendir homenaje. Hicimos la película con ese espíritu, sin ninguna otra expectativa, pensando que sería un proyecto pequeño. De hecho, cuando la estrenamos en Francia, fue bien en taquilla, pero no increíblemente bien. Todo cambió cuando empezó a proyectarse en festivales como Toronto o Sundance, pero especialmente aquí, en Sitges. No me acuerdo bien de la proyección aquí, tengo un recuerdo borroso, pero sí que me di cuenta enseguida de que habíamos conectado, de alguna manera, con mucha gente que, como nosotros, quería que volviera ese estilo de los setenta al cine. Alta tensión es la película que inició mi vida como cineasta, e hizo que pudiera cruzar el océano y trabajar en Estados Unidos con gente que siempre he admirado, como Wes Craven o Sam Raimi.
Te han incluido en la corriente del Nuevo Extremismo Francés, ¿qué piensas de esa etiqueta dos décadas después?
Me siento conectado a todos esos cineastas porque son mis amigos, les conozco personalmente y compartimos la misma pasión por el género. Pascal Laugier, Xavier Gens, yo mismo… todos venimos del mismo lugar, de leer revistas como Mad Movies y de preguntarnos por qué en Francia no podíamos contar historias como esas. Sin embargo, la fecha de estreno de mis primeras películas es un poco anterior a la de las obras ligadas a esa etiqueta. Cuando estábamos preparando Alta tensión, todos estábamos con los ojos puestos en lo que estaba pasando en España, lo que estaba haciendo Filmax con la Fantastic Factory y cineastas como Jaume Balagueró o Paco Plaza; de hecho, recuerdo que cuando rodé Furia, Jaume estaba rodando Los sin nombre, y luego fue él, justamente, quien me entregó el premio en Sitges por Alta tensión. En el fondo, pienso que lo que sucedió fue una especie de alineación o conexión temporal entre cineastas que estábamos en países distintos, pero a los que nos interesaba hacer el mismo tipo de cine. Eli Roth, James Wan, Zack Snyder, Rob Zombie… todos estos cineastas a los que nos agruparon bajo el nombre de “Splat Pack” no nos conocíamos entre nosotros, pero teníamos la misma idea: traer de vuelta el hardcore norteamericano de los setenta a la gran pantalla. Creo que el éxito de Alta tensión abrió la puerta a que se produjeran más películas de género en Francia; se convirtió en un modelo económico con el que se demostraba que un film de terror podía tener beneficios, venderse internacionalmente, a televisiones, etc.
Has hecho remakes de obras canónicas del cine de género, como Reflejos y, sobre todo, Las colinas tienen ojos. ¿Cómo abordas su creación?
En el caso de Las colinas tienen ojos, lo que hicimos fue llevar a cabo una reinvención de la película original, imaginar los antecedentes de la historia. De todos modos, como hicimos la película conjuntamente con Wes Craven, siento como si la película también fuera de él, y creo que, de hecho, él mismo prefería esta versión que la original. Pienso que cuando eliges una historia para rehacerla, lo primero que tienes que comprender es por qué era tan buena en primer lugar. Tienes que regresar a lo que sentiste cuando la viste por primera vez, y proteger esas emociones, proteger lo que funciona. A veces, cuando un remake no es del todo bueno es porque la persona responsable intenta hacer algo muy diferente sin entender por qué, en vez de simplemente aceptar e integrar lo que hacía que la película original fuera tan buena.
Has hablado de Wes Craven, pero Sam Raimi es el productor de Infierno bajo el agua, así como de la secuela que acaba de anunciarse.
Hacer Infierno bajo el agua con Sam fue una experiencia increíble porque fue la primera persona que conocí cuando llegué a Los Angeles hace veinte años. En ese momento, y de forma muy extraña, tuve que elegir entre trabajar con Wes o trabajar con Sam. Al final, acabé escribiéndole una carta a Sam diciéndole que iba a hacer Las colinas tienen ojos porque era lo que realmente sentía que quería hacer. Él contestó y fue increíblemente amable y comprensivo, y hemos tardado catorce años en colaborar juntos, finalmente, en esta película, que ha sido una aventura increíble, pero también muy difícil, porque rodar en el agua es muy duro, algo que ya sabía por el rodaje de Piranha 3D. Pese a todo, Infierno bajo el agua es exactamente la película que quería rodar, y nos lo pasamos tan bien haciéndola y el público ha reaccionado tan positivamente que enseguida empezamos a pensar en una secuela. Ahora parece que a Paramount le apetece volver a meterse en el agua, así que veremos qué pasa.
Para terminar, ¿podrías hablarnos de tu nueva película, Nunca te sueltes?
Es un thriller postapocalíptico en la línea de Un lugar tranquilo y A ciegas, aunque en realidad va por un camino muy diferente, con una mayor profundidad psicológica y un tono como de pesadilla. Yo la defino como un cuento de hadas muy oscuro, en el sentido en el que un cuento de hadas no tiene por qué ser solo una ficción, sino que también puede funcionar como una herramienta psicológica que nos ayude a enfrentarnos a nuestros monstruos.
Recupera aquí la Rueda de Prensa de Alexandre Aja en Sitges2024
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